miércoles, 14 de octubre de 2009

NO SÓLO DE SOPAS Y MERMELADAS VIVE EL CHILENO

A todas luces el título de este artículo puede presumirse ligado con el universo gastronómico. Seguramente a más de alguno ya le abrió el apetito.

Muchos somos verdaderos “fans” (de vez en cuando) de una buena sopa caliente cuando el frío apremia. O nos encanta probar una rica mermelada casera de alguna fresca fruta de la estación. Suena delicioso, no cabe duda.

Sin embargo lamento decepcionarlos, pero en estas líneas no tocaré el tema de la alimentación o la sobrealimentación (que por estos días en Chile es un mal mayor) o de las carencias alimenticias (si bien tocaré tangencialmente este punto más adelante).

Hablaré de aquellas personas que por diversos motivos han pasado a engrosar la ya abultada lista nacional de los “asopados” y “amermelados” (bien descritos por mi ex profesor Jaime Campusano, en el mejor de los “coas”) que conviven junto a todos aquellos sujetos que afortunadamente no lo somos y que formamos parte de una inquietante minoría.

Se ha dicho en todos los circuitos económicos y políticos que Chile es un país en vías de desarrollo (según definición de los expertos “primer-mundistas” internacionales) y poseedor de una economía “emergente”, que ha logrado estabilizar sus índices macro económicos y obtenido importantes logros en su batalla contra la pobreza. Sin embargo, la batalla apenas comienza.

Un dato reciente: el porcentaje de pobres en Chile (indigentes y no indigentes) es de un 13.7% (Encuesta CASEN, 2006) cifra extraordinariamente menor a la observada en plena década de los ochenta (en plena dictadura). Según esta misma encuesta, en 1987 el 45.1 % de la población vivía en condiciones de pobreza absoluta. Este es uno de tantos “logros” de la Dictadura Militar de Pinochet.

Las cifras son categóricas: en los últimos 20 años, el país ha reducido significativamente la cantidad de personas que viven en la miseria, no obstante la brecha distributiva salarial se ha mantenido (y aumentado entre los años 1996 y 1998) .

Para resumir: entre el quintil más rico y el quintil más pobre hay una diferencia de ingresos grotesca(que en palabras simples, quiere decir que la porción más pequeña de chilenos que gana más, gana muchas veces más que la porción más pobre) Mencionado esto y sin el ánimo de estigmatizar a nadie, creo que existe además otro tipo de déficit nacional; el “déficit intelectual o al menos de sentido común” de una buena parte de la población es evidente y preocupante. Lo digo, no porque seamos un país carente de grandes pensadores, científicos o intelectuales, sino por lo que veo a diario en la calles de Santiago (que concentra a casi la mitad de la población de Chile).

Me refiero a un grupo de individuos que están en la zona “limítrofe” de la normalidad.

Son muchos los sujetos que cuando niños deben haber consumido grandes cantidades de sopa y mermelada y que hoy siendo adultos, se ganan la vida en múltiples oficios y profesiones, dejando ver el exceso de su consumo.

Según nuestro bien arraigado “coa”, tienen bien ganado el apodo de “asopados” y/o “amerlelados”, términos a mi parecer, relacionados con las características físicas de dichos productos y con la forma de su consumo; lo torpes, lentos o sencillamente dificultosos de ingerir ya que siempre chorrean, manchan o salpican sus contenidos acuosos o espesos.

Son personas de diversos ámbitos, edades y condición social. Porque los tramos etáreos y socio-económicos si bien tienen incidencia, no son los únicos que están involucrados.

Los “asopados” y “amermelados”, son todas aquellas personas muy lentas para procesar la información que reciben de su entorno y que a menudo, no desarrollan ningún proceso de lógica elemental o al menos lo que universalmente se conoce como de “sentido común” en sus actividades diarias.

Los mismos que en cada esquina, entorpecen el paso peatonal de una señora de la tercera edad que debe cruzar apresurada para no ser atropellada o de una madre o padre que lleva en coche a su bebé esquivando todos los obstáculos dispuestos para entorpecer su marcha.

A ellos, (los asopados y amermelados) no les interesa esta situación o lo que es peor, no son concientes de ella. Es como si vivieran una realidad paralela, bajo sus propios códigos de conducta y convivencia social.

No logran escribir un apellido (español ni mucho menos extranjero) sin equivocarse y de tanto corregir sobre el papel terminan por dejarlo lleno de manchones azules, convirtiendo el documento en un verdadero jeroglífico.

Les cuesta una enormidad desprenderse de las frases hechas y de la redundancia al intentar hablar fluidamente (tipo futbolista profesional: “…Eh,…yo creo que hicimos las cosas bien…”)

Los “asopados” y “amermelados” son serios candidatos a las múltiples repeticiones de nombres de calles, apellidos, marcas y todo aquello que requiera de una mínima atención, conocimiento común o de algo de ortografía básica. Por último, de algo de curiosidad para preguntar, corregir y no equivocarse tanto.

Por otro lado, no “entienden” que la calle no es un basurero ni cuando caminan, ni cuando transitan tras un volante de manera estresada (esto puede tornarse en un verdadero drama), ni cuando se suben al metro a empujones peleando por un asiento donde colocar sus cada vez, más obesos traseros.

Son los mismos que cruzan a mitad de la Alameda casi por instinto y luego de su arriesgada “proeza”, se ríen de si mismos y miran a su alrededor, como buscando cierta complicidad o aprobación de parte del respetable público que sólo atina a mirar. Es más, muchas veces estas maniobras son del “tipo familiar “ porque son practicadas junto a bebés, cargando animales o incluso, acompañando ancianos o niños pequeños).

Estas personas son amantes de lo fácil, porque lo difícil simplemente no forma parte de su existencia.

Son por esencia, sedentarios intelectuales y por eso no están dispuestos a realizar ningún “ejercicio” cerebral durante gran parte de su rutina diaria. Viven a través de acciones neuronales básicas.

Son generalmente holgazanes, pero no sólo en su impronta hacia la acción razonable, también hacia la de medir las consecuencias de sus actos que casi siempre, involucran a terceros.

Esto se refleja en situaciones cotidianas que van desde rayar los paraderos de buses, sus asientos y letreros, (que a todos sirven, incluidos ellos mismos) hasta caminar por donde les resulta más fácil y cómodo, es decir, pisando el pasto sembrado recientemente para ensuciar así las veredas y los accesos a las estaciones de metro, o tal vez, al ocupar cual manada, un ascensor preferencial para discapacitados hasta repletarlo, corriendo el riesgo de provocar una caída que podría resultar fatal no sólo para ellos, sino que para “los otros”, todos los que forman parte del grupo que no reconocen.

No tienen conciencia de sí mismos, y por tanto, no tienen conciencia de los demás o de su entorno. No hablo de sus contextos familiares, sino de aquellos “agentes sociales” y sus contextos paralelos que desconocen por falta de interés o capacidad para interesarse.

Con esfuerzo, logran manejar sus vidas con lo justo. Sus herramientas sólo funcionan hasta este nivel.

Por favor, que no se mal entienda, no hablo de aquellos pacientes clínicos, ya que ellos representan otro grupo, que vive con sus limitaciones, producto de la biología, la genética o simplemente una desafortunada conexión con el medio en que les tocó nacer. Este no es el punto y tampoco podría serlo.

Los Médicos Nutriólogos y los Nutricionistas Infantiles estarán de acuerdo, con que ya desde el vientre materno, pueden aparecer las primeras diferencias nutricionales que influirán en el futuro desarrollo del aspecto cognitivo de un bebé. Esto sí que es una señal grave.

En el Chile del siglo XXI aún existen enormes desequilibrios sociales, que se expresan en desigualdades a la hora de acceder a una buena alimentación, buena atención en salud, buena previsión (cuando la hay), una buena vivienda donde poder vivir y desarrollarse en familia y con dignidad, buenos barrios en los cuales convivir y socializar de manera saludable, buenas salas cunas, jardines infantiles y colegios (con buenos profesores e infraestructura) en donde cada niño nacido en estas tierras, pueda “nutrir” bien sus neuronas para transformarse en un verdadero aporte al futuro colectivo nacional.

La lista se hace interminable y las frustraciones en torno al tema, también.

Bueno, ya lo saben, cuando caminen por las calles de su ciudad, comuna o barrio y se encuentren de pronto con estos seres “asopados” o “amermelados”, (que de tanto ingerir estos productos quedaron así) tengan el debido cuidado, porque pueden presentar conductas repentinas e insospechadas.

Habrá que estar atentos, para que sus contenidos no nos chorreen, manchen o salpiquen.

La ingesta “moderada” de este tipo de alimentos es beneficiosa para nuestro organismo. Por lo tanto no hay que exagerar en su consumo, ya que recuerden que no sólo de sopas y mermeladas vive el chileno.

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