Reflexiones Contaminadas
Acabo de descubrir esta foto dentro de un grupo de Facebook seguidor de las bondades del Fiat 500 (el nuevo).
A mí me pareció muy adecuada además para reforzar las ideas que me gustaría compartir con uds, respecto de la situación, cada día menos llevadera, del tránsito vehicular o derechamente, de la congestión vehicular en nuestra capital.
Yo no soy conductor en Santiago. Soy peatón, ciclista, usuario del metro y en menor medida, usuario del Transantiago.
Sabemos que de todos los habitantes de esta contaminada ciudad, depende mejorar la calidad de vida de nuestros hijos, contribuyendo a mejorar la calidad del aire que respiran, bajando los índices de polvo en suspensión o el exceso de ruidos molestos en nuestras calles y barrios.Todo se traduce en algún tipo de contaminación, incluso la visual que nos invade y sofoca a través de la proliferación de rayados,afiches callejeros,letreros de neón,señales de tránsito, graffitis, murales y seudomurales,carteles,letreros monumentales,etc.,etc. Todo aporta para este tipo de contaminación, incluso aquello que, y no obstante estar meridianamente bien definido,nos es útil.
En todos los medios masivos, se habla de tener "conciencia ambiental". Término que a estas alturas alude más a una utopía que a una realidad. Nuestra idiosincrasia, nos juega muchas veces, una mala pasada. Nos empuja a olvidar el bien común. Nuestra necesidad de estatus o de al menos aparentarlo, es tal que nos endeudamos para adquirir el modelo de automóvil que está "top", que está de moda o sencillamente, aquel que me asigna una cuota de poder mayor sobre el otro: Tengo estatus y más poder sobre el tipo que va en el auto de al lado: Pertenezco a un cierto grupo, tengo la capacidad de hacerlo y deseo que lo notes y si no lo haces, te paso a llevar o al menos en algo te vulnero...
En Santiago no es necesario, no se deben manejar "tractores 4x4". Nadie tiene 5 o 6 hijos por familia para necesitar adquirir uno de estos tanques anti-ecológicos y anti-ciudad. Al menos la gran mayoría no tiene esa cantidad de hijos y no sólo porque no quiere, sino porque no puede vivir en esta ciudad con tal cantidad de responsabilidades, gastos, preocupaciones y vulnerabilidades (vuelvo a utilizar este término porque lo considero central en las sociedades que estamos desarrollando).
Deben generarse aquellos procesos internos, que desencadenen cambios de hábitos y conductas respecto de lo que buscamos para vivir mejor en nuestras ciudades.
Es algo urgente el poder "pensar" nuestras ciudades y también es imprescindible el poder "vivirlas"; poder respirar aire limpio, conocer el nombre de nuestro vecino, escuchar no sólo los miles de motores rugiendo por aquí y por allá. Necesitamos oír nuestras propias voces y las voces y las risas de nuestros hijos.
Hacer más vivible esta ciudad es tarea de todos y debemos partir por descontaminar primero nuestras mentes y nuestros espíritus para aspirar a alcanzar el equilibrio y la armonía que mucha veces flaquea en nuestros propios hogares. Si estos procesos no los generamos dentro de nosotros mismos y dentro de nuestros hogares, ¿qué podremos hacer respecto de nuestro entorno?
Les dejo esta inquietud, que mas que inquietud es un llamado a recobrar el equilibrio o al menos tratar de recuperarlo.
Cada cual sabe cuán lejos está de esta ambiciosa meta y cada cual sabe si es su deber esencial intentar lograrla por el bien propio, por el de su familia y finalmente por el bien común.
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